Cada lunes por la mañana, una silueta misteriosa aparecía en el antiguo cine: un hombre solitario llamado Edward. Siempre pedía dos entradas, pero siempre llegaba solo. Intrigado por su rutina, un día decidí seguirlo.
Sentado a su lado, entablé conversación. Edward me contó una historia conmovedora sobre una mujer llamada Evelyn, el amor de su vida. Décadas atrás, la había invitado a una sesión de cine, pero ella nunca se presentó. Ese trágico incidente lo atormentaba desde entonces, llevándolo de vuelta al cine cada semana.
Decidido a ayudarlo, emprendí una búsqueda para encontrar a Evelyn. Sin embargo, la verdad era mucho más compleja de lo que había imaginado. Mi propio padre, Thomas, el antiguo director del cine, me reveló un secreto impactante: Evelyn en realidad era mi madre, Margaret. Ella había creado una nueva identidad durante un romance con Edward, un secreto que Thomas había guardado en silencio durante años.
Confrontado con esta revelación, Edward quedó devastado. Juntos, visitamos a mi madre en una residencia de ancianos. En el momento en que Edward la llamó «Evelyn», un brillo de reconocimiento apareció en sus ojos. Los amantes, perdidos durante tanto tiempo, se abrazaron; su reencuentro fue a la vez agridulce y lleno de arrepentimientos.
Al observar aquella escena emotiva, comprendí el impacto del pasado en el presente. Invité a mi padre a unirse a nosotros, dándole la oportunidad de reconciliarse con la mujer que una vez había amado. Juntos, compartimos un momento de calidez y comprensión, marcando un nuevo comienzo para nuestra familia.