Fui a ver a mi hija y me enteré de que mi yerno no ha trabajado durante dos años y vive a mis expensas.

Sí, mi esposo y yo pasamos casi 20 años juntos y criamos a dos hijos. Hicimos planes para el futuro y creíamos que solo la felicidad y la estabilidad nos esperaban. Pero un día, nuestra vida cambió. Mi esposo me había engañado con mi mejor amiga, lo que fue un golpe inesperado y doloroso para mí.

Después del divorcio, me quedé sin apoyo financiero. Mi hijo estudiaba en la universidad, mi hija acababa de empezar la escuela y tuve que irme al extranjero para poder mantenerme a mí y a mis hijos. En un país nuevo, con un idioma desconocido y un trabajo completamente diferente, tuve que empezar desde cero. No fue fácil, pero sabía que debía lograrlo por el bienestar de mis hijos.

Conseguí un trabajo como cuidadora de ancianos. Cada mes les enviaba dinero a mis hijos con la esperanza de que les ayudara a superar las dificultades. Después de algunos años, mis esfuerzos comenzaron a dar frutos: mi hijo pudo construir su propia casa y ayudé a mi hija y a su esposo a mejorar su vivienda y realizar las renovaciones necesarias.

Trabajé sin días libres y, a veces, olvidaba mis propias necesidades. Todo el dinero que ganaba lo ahorraba para el futuro, para que mis hijos pudieran ser independientes y autosuficientes. Pero un día comprendí que era hora de pensar también en mí misma. Y entonces apareció en mi vida un hombre al que conocí por internet. Me propuso que me mudara con él, alquilara mi apartamento y comenzara una nueva vida, libre de trabajo constante.

Decidí que era el momento de dar ese paso y regresar a casa. Cuando fui a visitar a mi hija para ver a mi nieto, me sorprendió el comportamiento de mi yerno: estaba en casa, a pesar de ser un día laborable. Eso me preocupó, así que decidí averiguar más sobre la situación.

—¿Por qué no estás en el trabajo? ¡Hoy es miércoles! —pregunté.

—No trabajo —respondió él.

—¿Desde cuándo? ¿Por qué no me lo dijiste? —pregunté asombrada.

—Me despidieron hace dos años.

Entonces comprendí que mi hija y mi yerno habían estado viviendo todo ese tiempo con mi dinero. Este descubrimiento me entristeció, así que fui a ver a mi hijo. Él me apoyó y me dijo que su hermana y su esposo se habían acostumbrado a vivir a costa de los demás, sin intentar ser financieramente independientes.

Entendí que ya no podía seguir ayudando a mis hijos adultos si ellos no hacían ningún esfuerzo por resolver sus propios problemas. Decidí vivir para mí misma y dejar de trabajar para los demás.

Cuando mi hija supo de mi decisión, rompió todo contacto conmigo. Mi hijo todavía espera que cambie de opinión. Pero, ¿quizás ha llegado el momento de vivir para mí misma?

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