Por el 60º aniversario de mamá, decidimos hacerle un regalo realmente memorable: la renovación de su pequeña cocina. El presupuesto era modesto, solo para los materiales y el equipamiento, así que realizamos los trabajos principales nosotros mismos, poniendo en ello parte de nuestra alma.
La ventana de plástico, instalada hace algunos años, se mantuvo, pero el alféizar fue retirado y reemplazado por una amplia encimera, que no solo es adecuada para colocar macetas, sino también para cocinar.
Quitamos el papel tapiz descolorido de las paredes y reemplazamos el revestimiento del suelo con baldosas nuevas. El «refrigerador de invierno», que había sobrevivido desde la construcción del edificio, fue decorado con frentes de cocina, ya que las antiguas puertas de plástico destacaban demasiado. Con paneles, ocultamos el radiador, integrándolo perfectamente con el resto del interior. El panel del radiador es calado, lo que permite que el aire caliente circule libremente por la habitación.

La zona de trabajo es espaciosa, ya que parte de ella está formada por la encimera que reemplazó el alféizar. Debajo de los armarios superiores hay iluminación integrada, de modo que las estanterías suspendidas no bloquean la luz del plafón central, lo que hace que trabajar en la cocina sea muy agradable.

La ubicación del fregadero se encontró en una esquina, pero está cerca de la zona de trabajo de la encimera y alejado de la estufa. De este modo, las salpicaduras al lavar los platos no alcanzan las ollas y sartenes en las que se está cocinando.
El refrigerador sigue siendo el mismo, ya que el presupuesto no permitía reemplazarlo, pero planeamos cubrirlo con frentes a juego con la cocina en el futuro. Convencimos a mamá de quitar los numerosos imanes de la puerta, y sin ellos, el refrigerador se integra mucho mejor en el interior.
