Muchos creen que las amas de casa no están ocupadas, pero en realidad su trabajo es enorme y a menudo pasa desapercibido.
Se encargan de los niños, hacen recados y mantienen la casa en orden.
Después de casarse y tener dos hijos, Cody y Sonny, Sarah dejó su carrera como diseñadora de interiores para dedicarse completamente a la crianza de los niños.
Su esposo, un bien remunerado desarrollador de videojuegos, trabajaba hasta tarde, mientras que Sarah se encargaba del hogar y todas las responsabilidades familiares.
Aunque él pagaba las cuentas, nunca valoró su trabajo, pensando que no tenía un «trabajo real».
Harry a menudo se quedaba trabajando hasta tarde y esperaba que todo estuviera perfecto en casa: los niños cuidados, la casa limpia y sus cosas listas.
Una mañana, Sarah y los niños esperaban a Harry para el desayuno.
Cuando entró en la cocina, ni siquiera los saludó, solo tomó una tostada y se fue al dormitorio.
Un rato después, comenzó a gritarle a Sarah porque no había planchado su camisa blanca para una reunión importante.
Sarah explicó que no tenía suficientes prendas blancas para lavar, pero Harry no cedió.
La acusó de pereza y le dijo que «no hacía nada» durante todo el día.
Estas palabras lastimaron profundamente a Sarah. Harry se fue al trabajo, eligiendo otra camisa.
La presentación de Harry fue exitosa, pero se sorprendió de que Sarah no llamara para disculparse por la discusión de la mañana.
Cuando regresó a casa, encontró una nota en la que Sarah le decía que quería el divorcio.
Harry llamó a la hermana de Sarah, Zara, y descubrió que su esposa estaba en el hospital debido a un colapso nervioso.
Cuando la visitó, Sarah dejó en claro que su relación había terminado.
Después del alta, Sarah no regresó a casa. Dejó a Harry con los niños.
A Harry le costaba mucho equilibrar su trabajo y el cuidado de los niños. Comenzó a llegar tarde y perder eficiencia en su trabajo, lo que resultó en su despido.
Mientras tanto, Sarah regresó a su profesión de diseñadora de interiores y comenzó a ganar más que Harry.
En el juicio sobre la custodia de los niños, el juez otorgó la custodia total a Sarah, debido a su situación financiera estable.
Harry estaba devastado. Se había acostumbrado a ser el único que cuidaba a los niños durante los últimos seis meses.
El juez le permitió ver a los niños dos veces por semana y le ordenó pagar una pensión alimenticia de 860 dólares al mes.
Cuando Sarah fue a recoger a los niños, no querían irse.
El hijo Cody abrazó a su padre y dijo: «¡Queremos estar tanto con mamá como con papá!»
Sarah se echó a llorar. Se dio cuenta de que los niños necesitaban a ambos padres.